La historia de mi abuelo se hace
interesante en la indagación de sus últimos años de juventud en los cuales
culminó su vida. Quienes lo recuerdan le hicieron alusión al título de la
mención nítida, a la excepcional capacidad humana de registrar lo que aprendía
en su cerebro y nunca escapársele nada. Siempre fue una rareza conocida en su
pueblo. Podía responder con exactitud las distintas fórmulas de física
básica, evocar todos los nombres de las distintas personas del pueblo y decir la hora y la fecha sin nunca
equivocarse.
Su cambio de estilo de vida
empezó por un golpe que recibió en su cabeza cuando se encontraba en las
escaleras tratando de buscarle arreglo a las goteras del tejado. Tan tieso como
un vegetal quedó el cuerpo de mi abuelo, pues ni siquiera un dedo podía mover
después de recobrar la conciencia de tan terrible calamidad. Desde ese momento
se dice que no se le volvió a ver excepto por las personas cercanas a él que le
visitaban.
Para él, quien veía distinto
aquella situación, era una pequeña cuota a pagar a tan fascinantes capacidades
que desde ese momento había adquirido. Podía tener las imágenes más claras en
su cabeza de todas las personas que
había visto a lo largo de su vida: sus rasgos, su forma de hablar, lo que
hablaron y cómo iban vestidas. Podía
aprender distintos idiomas a una rapidez sobrehumana y decir todas las
palabras que se había aprendido con las diferentes traducciones a su lengua.
Era como si su don, por la cual lo conocían como la rareza del pueblo, se había
multiplicado cien veces.
Quienes le retaban eran personas
de diversos estudios especializados quienes le entregaban libros de mucha
complejidad y que en dos días iban a
reclamárselo haciéndole preguntas, las cuales podía responder de manera
textual en el orden de párrafo y la
enumeración de la página.
Hasta cuando se sentía desocupado,
solía cambiarle el nombre a las cosas hasta siete veces y luego recontarlos con
todos sus nombres. Era fantástica la forma en que mi abuelo podría ser poseedor
de todos los conceptos e imágenes que la humanidad había creado y guardárselos
sin nunca olvidarlos. Las últimas veces que se vio a mi abuelo siempre estaba
en la misma condición.
Mi abuelo murió de un derrame
cerebral al cabo de unos años de aquel accidente.
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